El poder emocional de la música
Unas lágrimas corrían por la mejilla de una persona que asistía a un concierto de piano. Le pregunté, porqué lloraba y la respuesta fue contundente: “lloraba de felicidad”.
La música trasciende de tal forma en el ser humano, que se erige como una verdadera medicina emocional. La música consigue penetrar en nuestro mundo interior, abriendo esa puerta que solo está reservada, para encontrarnos a nosotros mismos. Ese encuentro, en muchas ocasiones, nos emociona, nos humaniza, nos da vida.
La música invita al intérprete a entregarse en el escenario, de forma que valiéndose de sus tres elementos básicos, melodía, ritmo y armonía, pueda llegar con fuerza al corazón del oyente. Cuando eso ocurre, no hay palabras para describir lo que se siente, pero estoy seguro que si la felicidad plena pudiera identificarse, ese momento podría ser un ejemplo claro de su existencia.
Así pues, no es de extrañar que la música en general y la música clásica, en particular, sea tan beneficiosa a nivel cognitivo, emocional y físico.
Vivimos, hoy en día, en una sociedad que nos traslada en reiteradas ocasiones un mensaje que parece determinar que nuestro nivel de felicidad va en correlación directa con nuestra capacidad de consumo. Parece articularse una sofisticada red de interconexiones entre consumo, éxito, identidad y felicidad. Está muy claro que esa felicidad artificial, no sentida desde nuestro interior, no cura, sino que muchas veces, nos enferma.
Por ello, os invito a ir al encuentro de la felicidad que nos proporciona la música clásica. Disfrutemos de su escucha, tanto a nivel personal como a nivel colectivo y sí queremos vivirla con más intensidad, ni lo dudemos, exploremos la dicha que se siente al aprender un instrumento. Estoy seguro, que seremos mucho más felices si la música clásica, está presente en nuestra vida. Por ello, me pregunto ¿a qué esperas? ¿vas a renunciar a este privilegio? ¡acércate y hazla tuya!