Morir de miedo

Desirée de Fez
06/06/2025

Poco tiempo después de que saliera Reina del grito (Blackie Books), un ensayo en el que hablo de los miedos femeninos a partir de mi propia experiencia y de mi relación con el cine de terror, mis compañeros de Rockdelux, medio en el que colaboro desde hace muchos años, me invitaron a publicar algo sobre la experiencia de publicar el libro y ver cómo respiraba entre los lectores. Escribí entonces el artículo que os comparto, que nace de una de las dudas que me atravesaron durante la escritura del libro y podría funcionar como un epílogo imaginario. He recuperado este texto, entre otras cosas, porque en él escribo sobre She Dies Tomorrow (Amy Seimetz, 2020), quizá la mejor película reciente sobre la ansiedad, título en el que he pienso a menudo en un momento en el que el mundo se está desmoronando.

 

Artículo publicado originalmente en Rockdelux el 14 de diciembre de 2020

 

 

Morir de miedo

 

Por Desirée de Fez

 

Mayo de 2020, una de tantas conversaciones con Rebeca, mi editora:

–Desi, ¿crees que debería haber alguna referencia al confinamiento y al virus en el libro?

–No, creo que no.

–Al ser un libro sobre el miedo…

–Ya, lo pienso todo el rato. Pero es que mis miedos son los de siempre pero mucho más bestias.

–Me parece bien.

 

Octubre de 2020, una entrevista por Reina del grito:

–¿Hay alguna película que describa tu miedo a la pandemia?

–Sí, “She Dies Tomorrow”, de Amy Seimetz.

 

A finales de octubre publiqué Reina del grito (Blackie Books), un libro sobre el miedo. Mejor dicho, un libro sobre mis miedos, que son muchos y no son solo míos, sino de muchas otras mujeres. Cuando decidí escribirlo, esto último solo era una sospecha. Una vez publicado, los correos y los mensajes que he ido recibiendo de amigas, conocidas y, sobre todo, mujeres a las que no conozco me han confirmado que así es, que esos miedos no me pertenecen. Todas y todos –porque muchos de los miedos sobre los que escribo en el libro no son exclusivamente femeninos– tememos prácticamente las mismas cosas.

Empecé a escribir el libro un verano, quejándome a todas horas de lo difícil que era concentrarse con el calor. Y la mitad del libro me pilló en invierno, cuando nos confinaron y me quedé sin fuerzas hasta para quejarme. También me quedé sin trabajo: soy freelance, y tres días después de la declaración del estado de alarma había perdido el noventa por ciento de mis colaboraciones. Aun así, para no perder del todo la cabeza (y porque, por suerte, a mis hijos no les pareció buena idea hacer manualidades, zumba kids o magdalenas), mantuve una estricta rutina de escritura. Me bloqueé cuatro horas al día para el libro, de las que la mayoría de las veces era productiva una, media o ninguna. Los primeros días de ese aislamiento dentro del aislamiento pensé mucho (y con poca claridad) si mi libro seguía teniendo sentido tal y como lo había concebido. Temía que los miedos sobre los que había escrito y sobre los que tanto había pensado se hubieran quedado obsoletos, hubieran sido barridos por el que me invadía, por el que nos invadía y aún lo hace, mucho más intenso y arrollador. Pero me di cuenta pronto de que en realidad no había sido así.  Y fue, en gran medida, gracias a las largas conversaciones telefónicas que mantuve esos días con Rebeca, mi editora. Paciente y generosa, escuchó estoicamente mis monólogos esquizoides desde el otro lado de la línea y los recondujo con inteligencia y claridad para que llegara sin prisa a la conclusión que buscaba.

Como explico en el libro, soy miedosa de un modo casi patológico. Y lo que me ayuda en mi día a día a gestionar mis miedos son mis amigas, mi familia, la terapia y las películas de terror. Estas películas han potenciado mis temores, claro. Pero, al mostrármelos en la pantalla y permitirme observarlos con distancia, también me han dado recursos para analizarlos, entenderlos, asumirlos e incluso enfrentarme a ellos. Las películas de terror que me han marcado a lo largo de la vida, de Carrie (1976) a La Posesión (1981) o The Love Witch (2016), son el lienzo sobre el que proyecto mis miedos en Reina del grito. A ellas recurro para explicar lo que me aterra. Y todas las películas que aparecen en el libro llegaron de forma natural y orgánica, ya fuera porque eran directamente las protagonistas de las historias que quería explicar o porque ya había pensado mucho en ellas antes de que el libro fuera una posibilidad. Por eso, cuando 2020 nos dio la bofetada, sentí que buscar una película que reflejara mi miedo a la pandemia era algo forzado y deshonesto. ¿Qué tenía que hacer, dedicarle un capítulo a Contagio (2011) de Steven Soderbergh? ¿En serio? ¿Yo quién sería? La mera posibilidad me resultaba profundamente ridícula.

En esas andaba, intentando explicarle a Rebeca por qué sentía que no tenía que cambiar la ruta de mi libro, cuando me di de bruces con la respuesta. No tenía que modificar nada porque la pandemia no me había provocado miedos nuevos, simplemente había potenciado los que ya llevaba de serie y había puesto en primer plano los que tanto me había esforzado en mantener en un desenfocado segundo plano. Se habían intensificado mi ansiedad, mi hipocondría, mi miedo a no estar a la altura, a perder la salud, la cabeza y a mis seres queridos y el temor a caer y que cayeran detrás todas las personas que tengo cerca y me importan. También había salido de ese borroso segundo plano mi miedo a la muerte.

Decidí no dedicarle una sola línea a la pandemia, aunque se cuela entre las líneas del libro. No hablo directamente de ello, pero el ánimo de aquellos días (que es también el de éstos aunque lo disimulemos mejor porque nos vamos acostumbrando) cubre los capítulos más duros. Aun así, sospechaba que una vez saliera el libro me hablarían de esa ausencia, sobre todo si explicaba que una parte la había escrito durante el confinamiento. Intuí incluso una pregunta sobre la existencia de alguna película que para mí reflejara el miedo al virus, la pandemia o el encierro. E intuí bien. Es la pregunta que más he contestado durante la promoción de Reina del grito. Tenía previsto explicar todo esto porque es la verdad: no hablé directamente de ello en el libro porque sentí que mis miedos eran los mismos que antes pero mucho más intensos. Pero entonces pasó algo con lo que no contaba. A punto de cerrar el libro cayó en mis manos una película que resumía –y daba respuestas a– mis conversaciones con Rebeca, mis pensamientos sobre si los miedos que me asfixiaban eran nuevos o viejos conocidos y todas las emociones que me derribaron durante el encierro. No la incluí, no escribí sobre ella, porque la decisión ya estaba tomada, porque mantengo que mis miedos presentes son una versión radical de los que ya tenía. Y porque por superstición no quería que hubiera un virus encerrado en mi libro. Pero esa película existe, es espléndida y, de haber optado por lo contrario, habría sido sin duda el último capítulo de Reina del grito.

Esa película es She Dies Tomorrow (2020) de Amy Seimetz. Hay cierta discusión sobre si es o no de terror. Quizá no lo sea en el sentido más canónico (aunque el terror sea un género que se pasa los cánones por el forro), pero a mí lo que plantea me da un miedo que me muero. Y me da un miedo que me muero porque me devuelve automáticamente a lo que sentí las primeras semanas de encierro y reverbera en lo que siento ahora. Aun así, puedo aceptar que no sea claramente de terror. Pero sí es de género fantástico, y también es una afilada comedia negra. Su argumento es el siguiente: Amy (Kate Lyn Sheil), una mujer joven que se mueve desorientada por su propia casa, está convencida de que va a morir al día siguiente. Así se lo comunica a su mejor amiga (Jane Adams), que recibe la noticia escéptica y preocupada para, horas más tarde, sentir exactamente lo mismo que ella. Ella también cree que morirá mañana. Y su hermano. Y la mujer de su hermano. Y todos los que caen en cadena bajo el influjo de ese extraño virus.

En She Dies Tomorrow, película que en otro momento se sentiría infinitamente más abstracta y esquiva, está absolutamente todo. En ella veo, incluso a nivel formal (de la imagen distorsionada de Amy en el póster a la naturaleza líquida de sus imágenes o las fantasmagorías que se cuelan discretamente en sus planos), los materiales que han encendido mis miedos este terrible 2020. Está el confinamiento, y el conflicto entre un cuerpo que se arrastra entre cuatro paredes y una mente que se proyecta en un millón de escenarios, a cuál más terrible. Está la angustia, hasta el punto de poder entender She Dies Tomorrow como una representación poética, hipnótica y a cámara lenta de un ataque de ansiedad. Está el miedo a caer y que caigan detrás los que te rodean, el miedo a que tu tristeza, como un virus, alcance irremediablemente a quien te quiere bien. Y a quien te quiere mal. Está, ya desde el título, el miedo a la muerte. Está el absurdo y el delirio, porque si me dices que has sobrevivido a este año sin secuelas psicológicas o eres un extraterrestre o mientes. Y, detrás de todo, está Amy Seimetz, también autora del guion, que hace lo que están haciendo muchas directoras contemporáneas de cine fantástico y de terror: exponer sin tapujos lo extraordinariamente conscientes que somos de nuestra vulnerabilidad y de nuestros miedos. Es un temazo. La asunción de esa fragilidad y la capacidad de explicarla es el gran tema del presente. Es el tema de She Dies Tomorrow. Y para mí siempre fue el tema de Reina del grito, lo que me llevó a escribirlo (junto a la necesidad furiosa de contar mis miedos antes de que me comieran viva) y no quería perder de vista en ningún momento. Quizá yo sea más optimista que Seimetz al plantear que asumir de una vez por todas esa fragilidad y descubrir que disponemos de recursos para vivir con ella nos deja descansar un poco, nos da tregua y nos hace más fuertes. Pero el fondo es el mismo. Por eso amo a Amy Seimetz, y por eso una pequeña variación en mis conversaciones con Rebeca podría perfectamente haber provocado la decisión de cerrar mi libro con un epílogo en el que buscara (y encontrara) mi reflejo en She Dies Tomorrow.