Catalina no quiere que la violen, ni que la coman, ni aparecer por partes en una cuneta, pero tampoco quiere condicionar su vida al lobo cuando intuye que, como Dios, puede que esté en todas partes.
(La educación física. Rosario Villajos.)
En uno de los capítulos más chocantes de La Muela, de Rosario Villajos, la protagonista, Rebeca, que se pasa el tiempo planteándose si tiene algún tipo de discapacidad mental, se acuesta con una persona sin hogar como forma de agarrarse a algo. En Nada que decir, de Silvia Hidalgo, una mujer, en un coche, le roba el perro y una escopeta a un hombre con el que ha quedado por tinder.
En El cielo de la selva, una de las habitantes del extraño rancho que sirve de criadero de comida para el dios selvático, se convierte en un perro rabioso de puro dolor.
Pese a lo evidentemente diferentes que son las propuestas de cada una de estas novelas (un Premio Biblioteca breve, un premio Tusquets, y una de las voces que a mi más me han sorprendido de los últimos años), no resulta complejo encontrar, también, puntos en común entre ellos: el deseo, el miedo, la necesidad de un asidero frente a un mundo que se torna ultra violento de muchísimas maneras.
Y la atronadora personalidad de tres voces literarias que, desde la reflexión, hasta la urgencia, pasando por el gótico caribeño y la magia, se imponen frente a cualquier otro tipo de consideración que no sea la fuerza y la calidad de su trabajo.
Decía Lydia Davis que el terror era una autopista que transcurre desde dentro hacia afuera. Aunque también decía:
Hace tanto tiempo que no viajábamos juntas.
Hay muchos sitios adonde podríamos ir.
El miedo, la zozobra, el terror, tienen muchas caras. Y tanto el cine como la literatura se han empeñado siempre, también en los últimos años, en mandarnos un desasosegante mensaje: Hay otras violencias, pero están en nosotros. En nuestro interior y en el de los vecinos. Sean granjeros o adolescentes, sean millonarios o skinheads. Sean ellas o seamos nosotras.
Desde Stephen King hasta Julia Ducournau. Desde Maine hasta una orgia llena de coches. Desde Crash hasta Mariana Enríquez o I May Destroy you.
Terror a una misma, terror a la violencia, terror a la política, a la maternidad, terror al propio físico, al deseo, a la selva que llevamos dentro.
Afortunadamente, Hace tanto tiempo que no viajábamos juntas que hay muchos sitios adonde podríamos ir.
Vayamos.
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